Por: Pedro Díaz Polanco, Analista Internacional y Académico de la Escuela de Administración Pública, Universidad Austral de Chile Sede Puerto Montt.
Los Partidos Políticos, y a partir de lo que señalan las encuestas y estudios de opinión de los últimos 15 años, cuentan con un importante y creciente desprestigio, por lo que la mayoría de sus decisiones son cuestionadas en su legitimidad. En ese contexto, una de las principales críticas que estos conglomerados reciben refiere a la forma en la que se eligen a los candidatos que presentarán en las elecciones.
Durante años, estas nominaciones se discutían en el seno de los Partidos, alejando no sólo a sus adherentes y afiliados de la decisión final, sino también a la meritocracia como un factor justificador la elección.
Muchas veces, y desde todos los sectores políticos, las candidaturas promovidas por los Partidos buscaban perpetuar en el poder a quien lo ostentaba o bien entregarle la posibilidad a una persona que era instrumental a los intereses de los Partidos, lo que implicaba -en la práctica- postergar la irrupción de nuevas generaciones de líderes que viniesen a refrescar a una clase política cuestionada por su escaso nivel de representación.
Ante ello, y como un mecanismo corrector a estas falencias de representatividad, es que se estableció la posibilidad que los Partidos Políticos, así como los pactos en los que estos participen, puedan realizar Primarias a la hora de elegir candidatos a presidente, senador(a), diputada(o), gobernador(a) regional y alcalde(sa). De esta forma, las Primarias se transformaron en un mecanismo resolutor de la nominación de la persona que será candidata(o) a las distintas elecciones, estableciéndose una legitimidad en representatividad mayor a la experiencia pasada, ya que esta decisión queda en manos de sus adherentes, afiliados, o independientes, según sea el formato de Primaria elegido. Al respecto es importante señalar que la ley establece que los Partidos Políticos no están obligados a realizar Primarias; sin embargo, cuando estos deciden implementarlas su resultado sí se vuelve vinculante.
Así entonces, y a modo general, la realización de Primarias fomenta el reencantamiento de la ciudadanía con la democracia. Lo anterior, en función de legitimar no sólo la elección del candidato que llegará a la papeleta final, sino también en lo que refiere a convertir a los Partidos Políticos en verdaderos espacios de representación política; no obstante, también es posible reconocer algunos problemas derivados de las realización de las Primarias, tales como las “enemistades” que se generan por la competencia electoral al interior del Partido o del Pacto, y el desgaste que sufre la ciudadanía por el alto número de elecciones en los que está llamado a participar.
Con independencia a todo esto, y en virtud de lo que es la experiencia nacional, así como lo establecido en la literatura especializada, es posible establecer que tener Primarias es mejor que no tenerlas.